domingo, 14 de septiembre de 2008

Secuencia viñetada 4


Porque si sabemos realmente, lo que significa tener una constitución, y leyes que vayan más allá de los caprichos de turno, sabremos que no podemos dejar que se toquen de esta formas nuestras instituciones.
(foto Marcos López)

Secuencia viñetada 3


No podemos, quedarnos de brazos cruzados, y tratar de matar a "los que no se portan bien" con la indiferencia. No hay lugar para perplejos.
(foto marcos lópez)

Secuencia viñetada 2


en el nombre de la República, de la división de poderes, de los triunfos franceses del 1789, de los constitucionalistas, y de la libertad.
(foto Marcos López)

Secuencia viñetada


Hay que salir a luchar, escuchen todos, hombres. trabajodores, estudiantes, maestros, comunidad en general.
(Foto de Marcos López)

Noche de Opera, bizarra?


Noche de Opera, Madame Butterfly. Con Lucía entramos por la puerta de los parientes y de la cultura, tenemos que esperar hasta que todos se ubiquen en sus localidades, y entonces los privilegiados, buscamos las hendijas para sentarnos.
Nos paseamos estudiando los asientos, tratando de encontrar dos vacíos, que se vean en esa inmensidad, como dientes caídos de una dentadura incompleta. Miramos fijo, analizamos, y cuando la carnada pica, nos lanzamos en carrera por los pasillos, abriendo las puertas al azar, para ir ubicándonos.
Yo no entiendo por qué hay gente a que le molesta que uno abra el palco. Constituyen domicilio ahí mismo, y te miran como si estuvieras invadiendo la más sagrada intimidad, apenas te asomás a buscar un lugar vacante. Mientras abrímos puertas, se desparraman gritos de señoras gordas en traje de baño, hombres y mujeres en privadas conversaciones corporales, adolescentes que ofendidos esconden sus revistas, señores maduros que intentan ocultar a sus amantes.
De repente ante el balcón del segundo piso, el marcado, una rubia entra y nos cierra la puerta en la cara.
Grave error rubia tarada, porque en el teatro los desplantes se pagan caro. Podemos lanzarte desde esa altura, incendiar la cortina de tu palco, atacar cuando las luces se apaguen, intoxicar el aire de tu ahora privado sector.
Pensamos todo eso, pero el deseo de saber lo que sucede con pobre Butterfly en el segundo acto, nos hace benevolentes y olvidamos pronto.
Corremos de nuevo, y paradas en la puerta de planta baja, vemos resplandecer en azul dos butacas, consecutivas, acolchonadas, direccionadas mirando frente al escenario, en la platea. Pensamos que es mucho, para ser de esa segunda clase que somos los que entramos por la puerta de los parientes y de la cultura, pero pronto nos convencemos de que lo merecemos, aunque sea como indemnización por lo de la blonda.
Nos dicen los vecinos del tesoro, que había dos personas pero que se levantaron después del primer acto.
Nos sentamos y prometemos que si vuelven nos levantamos. A pesar de que no estamos tranquilas, esperando en cualquier momento el zarpazo letal de espaldas a la puerta, tenemos la suerte de que no vuelven. Hay gente que no soporta dos horas y media de opera (confieso que no es tampoco mi pasión más cara).
y así es como terminamos cayendo más que bien "sentadas", ante la mirada indignada de la rubia.
Cuando nos levantamos al final, para los aplausos, veo que al lado de lucia hay una señora monumental con tapado simil piel, color bandera de la patria celeste, pero no blanca. Es gLadys la Bomba tucumana.
Después de todo, no somos las más indicadas, para juzgar cómo fue a parar en una ópera de Puccini.Entre paracaidistas también existe lo que algunos denominan camaradería.