martes, 25 de noviembre de 2008

Carta d La Rectitud también vive en la Facultad de Derecho



Carta de los lectores. La gaceta. 25 de Noviembre
En la noticia aparecida el sábado 22 de noviembre sobre los festejos de la facultad de derecho, un lector citado, en su comentario decía: “estos hechos son parte de la carencia total de valores con que son formados…”
Como alumna de esa facultad, me causó indignación.
La manera de festejar es una cuestión cultural, que deba mantenerse o desaparecer es objeto de otro debate.
La formación en valores no comienza en una carrera de grado. Sería gravísimo pensar que las personas acceden a la universidad como tábula rasa, vacías de toda axiología para ser recién cultivadas en este claustro.
Muy por el contrario, la educación es un proceso que comienza en instituciones como la familia, la escuela y se completa en la instancia universitaria, donde se adquieren herramientas especializadas.
En la facultad de derecho existen excelentes profesores y personas. También hay investigadores muy comprometidos con la realidad social que buscan nuevas soluciones desde el derecho, la sociología, o la política. Hay muy buenos estudiantes, interesados en su formación, en la excelencia académica y con un profundo sentido de la responsabilidad, en cuanto a quienes serán cuando se inserten en el mercado laboral.
Hablar de valores de nuestra facultad, desde mi experiencia, significa hablar de eso y de lo que se aprende en el pluralismo, en la discusión, en el consenso, en el compromiso con la realidad social, y en la filantropía que existe detrás de quienes se interesan por lo humano en su más amplia generalidad.


Daniela López Testa

viernes, 21 de noviembre de 2008

Vul ne ra ble

sábado, 15 de noviembre de 2008

Caminante no hay vereda


Decidí mandarme sola al cine, como últimamente es mi costumbre. Era el festival de cine, y cuando estamos en festival, hay que empacharse en el banquete, para guardar reservas estéticas y éticas para todo el año.
Tomé el colectivo ajustadísima de tiempo. Pregunté si iba al shopping, y cuando me dijeron que no, pero que pasaba cerca, me dije a mi misma que más me valía caminar que seguir esperando. Alea jacta es.
Estaba lento como siempre cuando uno está apurado, no aguanté la música que estaba escuchando, por los nervios de no llegar a la película. Me saqué el ipod, y mientras miraba por la ventanilla, en mi mente repasaba el recorrido como apurando al chofer por telepatía. Una nena sentada en diagonal, me miraba con curiosidad, por mi cara de fastidio. Pensaba en berenjenas, en lo buenas que se ponen cuando están emilanesadas, pero de nuevo me caía la ficha de que quizás me perdería la película y tendría que esperar la próxima que me tocara en suerte.
De repente la suerte de principiantes nos deparó una onda verde sin precedentes, 1, 2, 3, 4, diría que fueron 5 semáforos, pero tengo miedo de exagerar.
Así que nunca creí que la cosa cambiaría tanto, y que al llegar al Cristo nos encontraríamos con el infierno hecho embotellamiento. Y es inevitable pensar en la autopista a Paris, cada vez a que uno acampa en las calles con los demás automovilistas en plena comunidad (ad-hoc).
Yerba buena tan linda, tan verde, y de repente en pleno ataque de histeria a la seis de la tarde. Apenas se pudo avanzar me largué y me tocó atravesar lo que quedaba de embotellamiento. Cruzar era imposible. Me quedé en la platabanda y cuando vi un flaco cerca, me largué a la misma altura, para ver si dos vidas eran más valiosas que una para los autos apurados.
Apenas empecé a caminar las dos o tres cuadras que llevan al Portal, me di con que no había veredas!!! La única terminaba en un acantilado a los 10mts de la avenida. Y como muchos autos iban hacia el shopping, tuve que entregar mi espalda a la calle, confiar en los automovilistas y caminar como si nada. Tenía miedo, era arriesgado e inconsciente, pero no era mi culpa. A quién se le ocurre que se puede vivir sin veredas? Ahí me di cuenta de que el shopping no estaba hecho para gente, sino para autos. Un shopping de automóviles.
Tenía miedo, pero si moría aplastada no era mi culpa.
Me tocaron algunos bocinazos, no era mi culpa. Como la calle limita con un canal, existe un margen con baranda, pero salían unos chiquitos de la escuela, y no iba a quitarles la posibilidad de salvarse ellos. Seguí caminando por la calle.
No había veredas, nadie había pensado en los seres humanos, nadie había pensado en el caminante, en el pedestre, en el peatón. No existía la posibilidad de defensa frente a los vehículos que me amenazaban la retaguardia. Ahí me di cuenta de la fragilidad del humano frente al maquinismo. NO había veredas como diría mi amigo, Enrique Peñaloza, ex alcalde de Bogotá, "una grave indiferencia por la dignidad humana".

Sobreviví a mi intento de ver una película, pero no la disfruté, me quedé pensando todo el tiempo, "caminante no hay veredas, se hace vereda al andar" .Lástima que no siempre se llega a ver la película.

domingo, 9 de noviembre de 2008

3 MinUtoS. Me quedo con el trailer... promesas incumplidas

Película 3 Minutos. Crítica. (Perdón Lublinsky)


Cuando aceptamos el contrato psicológico con el director de una película- contrato que no tiene lugar históricamente sino que está sugerido- esperamos una historia narrada y concebida en su totalidad. Y aunque no siempre exigimos verosimilitud, puesto que eso depende del género, al menos esperamos que sea convincente, que se trate de una ficción bien concebida en todos sus caracteres.
La coherencia exige que sus partes guarden relación, que se mantenga un hilo conductor del principio al final, que no sea pathwork sin costuras lógica, ni secuenciales.
No buscamos ver mil ´películas en una, sino una película con mil y una partes, pero una película la fin.
Nada de eso encontré en "3 minutos", ni el los 80 que duró el film.
Quizás fue un problema de guión, quizás en la dirección. Pero lo cierto es que no se encontró una manera de narrar sino hasta el final. Y una vez concebida, en lugar de volver al comienzo y lograr convertirlo todo a la manière descubierta, se dejaron las diferentes voces como un frankenstein denunciando el pastiche de partes.
Puedo rescatar los recursos del teatro como el congelamiento de actores (parece un efecto especial pero es hecho a puro pulmón de los personajes), y objetos suspendidos en el aire. También me encantaron corridas de los protagonistas en las que uno busca al otro por la izquierda, y ese pasa corriendo arriba hacia la derecha, que nos recuerdan quizás a los desencuentros espaciales de los teatros de títeres.
Pero el problema, que yo encuentro, estriba en que se nos presenta como una película romántica, llena de detalles deliciosos y muy estéticos, se convierte en una de ciencia ficción con científicos y laboratorios, luego en una comedia del estilo " el quinteto de la muerte" con cueva y todo. La historia que en un principio se nos plantea como central se abandona en mitad de la película, y se la retoma al final, para darle un final rápido, simplista y hasta infantil. Nos engañan, prometiendonos ese momento, para luego rematarlo a un precio irrisorio.
En el debate con el director, una actriz defiende que no se le puede dar más importancia a esa historia, porque los amantes está viviendo su tiempo, mientras el resto está paralizado. Méliès ofendido. Después de todo son decisiones.
Las floggers que habían entrado a la sala por Nicolás Pauls, subestimadas por el director, salen contentas con la película, llenó todas sus expectativas, quizás sea después de todo una cuestión de públicos.