lunes, 31 de agosto de 2009

Levitación


Foto de Lucía Palenzuela

New York nunca duerme (aguafuerte)


Nueva York nunca duerme. Pero en realidad cabecea. Es que las luces no se apagan nunca. Los edificios quedan iluminados toda la noche, para dar la sensación de que la vida sigue fluyendo dentro de ellos.
Llegan las 12 de la noche, y la ciudad se aquieta, los homeless salen a recorren las calles, y los camiones proveedores despliegan unas cintas desde sus cabinas a las veredas, por donde corren las cajas de mercadería como por arte de magia, justo hasta las puertas de los locales de comida.
Los recolectores de basura también desfilan, en medio del canto de las sirenas de bomberos. Las bolsas de consorcio, gordas, inmensas, apestadas hacen fila en la vereda como quien espera un colectivo.
De la boca de los subtes, de las alcantarillas, sale un humo blanco, que empaña los carteles, y envuelve de misterio la calle, haciéndola pasar por un escenario de novela policial.
Los agentes del orden, se reúnen en una esquina, y posan para las fotos de los turistas tardíos que demoran la hora de irse a dormir.
Las reposeras y sillas, que alguna alma bondadosa deja en las verredas, están repletas de comensales callejeros que no resisten tener su cena a la luz de los anuncios.
Los edificios se tiñen , mutan, se escriben. Los leds son tan potentes que alrededor de los carteles, todo se ve como envuelto en un aura. Si los frentes son espejados, repiten la imagen, que a su vez está reflejando otro edificio espejado, que a su vez se refleja en otro, y así, un laberinto velazqueño se vuelve indescifrable.
Loa autos pasan a toda velocidad, no respetando los semáforos de esas horas, y los peatones apurados se tiran sobre las calles, suicidas. Son aprendidos por bocinas nauseabundas, pero no se inmutan, a esas horas se han convertido en zombies.
Hay baches en las calles, hay agua derramada de la lluvia tan común en Manhattan.
Los puestitos callejeros venden todo con pita, shi keback, gyros, falafel. Los carteles los anuncian deliciosos.
Como a la 1 am, la energía de la ciudad decae, todos empiezan a alejarse de la atracción magnética del Time Square. Las tribunas se despoblan y la gente se dispersa en todas las direcciones. Tomará el metro, o el tren en Porth authority, o caminarán hasta sus casas, se irán maldiciendo el momento en que se tienen que despedir de esa alucinación colectiva. Soñarán después que corren por un campo con ovejas y cabras. Y por las mañanas contarán a sus compañeros de trabajo la pesadilla, después de un buen latte caliente, para que no se cumpla.

domingo, 23 de agosto de 2009

Viaje de los tres hermanos a NY. Cita a ciegas


Las citas a ciega nuca fueron buenas. Comer comida china a ciegas puede ser incluso peligroso.
Nos habíamos quedado con antojo desde el día que visitamos Chinatown y comimos en Burguer King por necesidad.
Compramos en los Chinos de al lado del hotel, un cóctel de noddles de pollo, chop suey ,alitas de pollo fritas, y menjunje que encontrábamos apetitoso.
Subimos a la habitación a comer. Armamos una mesita ratona, con la mesa de luz, y nos sentamos en la alfombra con la tele prendida . Afortunadamente en el restaurant nos dieron cubiertos, así que no hubo que renegar con palitos. Y por lo tanto el ritmo de aceleración en cada bocado era proporcional a lo rico que estaban los platos.
Los sabores eran alabados. Buenas mezclas, buenas texturas. Los platos eran perfectos, gastronómicamente impecables. Todos los comensales coincidíamos. A medida que masticábamos, la armonía se apoderaba de nuestras bocas.
Pero de repente, anticipándose, un sabor picante empezó a interrumpir, a contaminar mi paladar. Por mucho que yo intentara ignorarlo allí estaba, picando. Mi cara me debe haber delatado, porque mis hermanos que estaba concentrados en sus platos, comenzaron a mirarme. Y ante mis gestos comenzaron a reírse.
Me puse roja.
Y fueron dos segundos, y una semilla o una vaina se reventó en mi boca. Splashhh .
Desprendió un líquido negro (al entender de mi boca), que como petróleo amortiguaba mi lengua mientras corría.
Se terminó el romanticismo con la comida china, y tuve que correr al baño a escupir y fregarme la lengua con el cepillo de dientes. Dejé a los demás no entendiendo muy bien lo abrupto de mis movimientos.
Pensé que había quedado lastimada para siempre, que nunca más volvería a sentir nada por otra comida.
Me arrepentí de la cita a ciegas con China, del fácil convencimiento. Me sentí tonta de saberme enamorada a los 23 en una ciudad como Nueva York que promete tanto.
Hay que hacerle más caso a mi Tía Perla Madonna, que cuando viaja come su lata de sardinas. Quizás no se enamora seguido, pero seguro, nunca , pero nunca sale mal herida.
Foto Gaby Herbstein

El aburrimiento de leer un Boletín Oficial. Sus peligros


Hubo una ciudad donde el boletín oficial tenía tal importancia, que si alguien dejaba de leerlo, podía perder el control de su situación patrimonial, porque no se enteraba de la quiebra de algún deudor, la sucesión de otro, etc.
Los abogados se percataron de que podían advertir a sus clientes de las noticias publicadas y ser los intermediarios de esos edictos ríspidos y aburridos.
En un principio seguían atentos la lectura de cada aviso, pero los datos eran tan tediosos que los letrados caían en una monotonía visual, y perdían el hilo, y perdían el juicio.
Entonces decidieron contratar secretarias hermosísimas para leer los jeroglíficos oficiales. Pensaron que sus encéfalos inmaculados serían capaces de no dejar escapar detalle. Pero las señoritas encontraban la tarea tortuosa y mentían informes enteros, acerca de lo que encontraban en los boletines. Lo que hacían era más bien literatura de ficción.
En el sindicato de señoritas hermosísimas, del que salen la mayoría de las secretarias, corrìan rumores de que algunas sub contrataban chicos de las mensajerías entrenados en las señales de tránsito, quienes, al igual que ellas, solían aplicar una mirada rápida al papel y se desentendían.
Los errores aumentaban, y también crecían las pérdidas para toda la cadena de intérpretes del B.o.
Un día un visionario diseñó un programa llamado BOA, por sus siglas, que implicaba una base de datos de nombres de clientes y un lector digital del boletín. Cada vez que encontraba una coincidencia, emitía una alarma, guardaba la información en el sistema, le mandaba un correo al cliente, y le imprimía una notificación al abogado que era trasladada luego hasta su escritorio, por una cinta automática.
Pero con el programa vinieron los técnicos, los manuales de uso y las clases para enseñar a manejarlo, las computadoras que lo incluían y las que no, las licencias originales, las copias piratas, los inspectores, los delitos, los decomisos, los derechos de autor, los registros, las patentes, las franquicias, los sobreprecios, las leyes de la oferta y la demanda, las actualizaciones, las nuevas funciones, y las señoritas hermosísimas encargados de venderlos, que siempre cometían errores.
Vino tanto lio à la pandora, que los abogados decidieron, cerrar la caja, buscar los boletines en papel, y leerlos todas las mañanas mientras tomaban café. Así es como los abogados hoy son los reyes indiscutibles de los edictos ríspidos, tediosos que provocan monotonía visual y bostezos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Conversación de amigos


Gonzalo charla con Alejo después de rendir. Está exhausto y se entrega a los vaivenes de la conversación dócil, porque ya pasó lo peor.
Alejo- ¿Cuánto crees que sale un loro?
Gonzalo- a ver... 30, 40 pesos?
Alejo- Noo! 1500 pesos
Gonzalo- Pero ¿qué es polígloto?

sábado, 1 de agosto de 2009

Ihering en el Museo


El Museo de Historia Natural es un monstruo lleno de objetos de colección biológica. Sus paredes son muros interminables, cargados de esqueletos, osamentos y caparazones. Los peces, crustáceos y anfibios que lo habitan, viven en una eterna incubación de rebelión. Desnudos frente a una luz que los destiñe, en posiciones colostópicas, pierden la dignidad de seres naturales y alimentan el oscuro secreto de la revolución armada.
Los mamíferos y ovíparos, que en otras épocas pasaron las mismas penurias, ganaron ya esa lucha. Los cadáveres de sus coespecimenes fueron retirados y en su lugar se empotraron muñecos de fibra y pelaje sintético. A pedido de los interesados, se los dispuso en poses de caza, de lucha animal, de pastaje. Y se prohibieron las escenas de apariamiento, incluso las con fines reproductivos,las de onanismo, así como las actividades de defecacción o micción orinal.
La familia de los Sauros, a pesar de su indiscutida tradición en el museo, y su pre
permanencia temporal, perdieron todos los derechos con la extinsión. Las autoridades, ante los reclamos de otras especies descendientes de esta estirpe, se resguardaron en su falta de legitimidad por no ser deudos directos, y en la inexistencia de derecho de los muertos, como facultad per se .
El día que evolucione el derecho animal quizás se pueda hacer algo por los esqueletos embalsamados, por parte de los interesados que vayan más allá del cuarto grado de consanguineidad, como el boxer argentino heredero de sus dentaduras, o por los elefantes que legaron su porte, o por el león que es el sucesor directo del tiranosaurio Rex en la Jungla. Mientras tanto, los restos de esos gigantes aparecen en películas infantiles, cobrando vida, y hay quienes todavía dudan si las regalías van a parar a algún continuador de los cuasantes.