jueves, 25 de marzo de 2010

Cuando rendí el examen para entrar al diario...


Nunca creí que un examen de cultura general abarcara el nombre del consejo deliberante o de la federación económica.
Pensé que podríamos haber hablado de Madame de Stael y su amor por Napoleón, o su noviazgo con Walter Benjamin, el señor que lloraba por el aura perdida del arte, continuar el círculo abarcando todo el de Viena. Luego musicalizar el examen con Satchmo, Sarah Vaugh, o Ella Fitzgerald.
Me imaginé defendiendo el estructuralismo de Barthes, Levi-Strauss y Foucault y luego pasándome a los post-estructuralistas con Derrida, decostruyendo de tal manera que Levy Strauss se convirtiera en un jean y un compositor alemán, como aquel otro que fue proscripto por estar relacionado con el régimen nazi: Wagner. (quien comparte la pasión de los seres extraños de los nibelungos con Fritz Lang)
Y Nazi, encierra en su campo…semántico, una cebolla pelado por Gunter Grass y Leni Riefestahl dirigiendo su cine para el Fuhrer.
Pensé en el oso de Berlín, en la palma de Cannes, en el Sundance Institute de películas indie, en Bollywood, y de cómo se inició Hollywood en California para tener más día de sol y pagar menos impuestos.
Pensé que me iban a preguntar por Adelaida Marx y su famoso esposo que quiso cumplir el sueño Bolivariano. Creí poder hablar de Groucho Marx, sus hermanos, su primo Karl y su amigos Engel y su compatriota Samuel Becket.
De Susan Sontang y su relación con la fotografía y la política, y hablando de fotos: Man Ray, Martin Parr, Marcos López, Flavia Da Rin, y hablando de Man Ray, Duchamps que se pelea con Dalí y Tzara, que no para de escribir el manifiesto mientras los otros dos se pelean, y en un lapso de la bataola, Dalí, roba a Gala, a otro del grupo.
Creí poder hablar de Buñuel, Dalí como compañeros de pensión que se traicionan y los pianos cargados de burros y párrocos, cuando el galán es rechazado, en un chien andaluz.
En la religión fracasada de Saint Simon, en la de Xul Solar, plena de simbologismos, y en la peruana aficción por el Inti oculto en el dorado de sus imágenes católicas, pero andinas en lo latente.
Lacan que es el sujeto sujetado. La crítica de la descontextualización kantiana, y de la planificación de la familia de Napoleón por llevarlo a Buenos Aires en busca de evitar el ostracismo en Santa Helena, a propósito de contextos.
Duchamps paseando por ese mismo Buenos Aires, 9 meses para poder hacer unos extraños experimentos ópticos y jugar al ajedrez. Y Pirandello visitando la Argentina por el centenario de la independencia.
Lyotard y su paroxia, Badiou su propio agujero en la trama, como los agujeros negros de Hawking.
Pasolini muerto en manos de un asesino, Hitchcock encerrado en una cárcel por 5 días. Dickensy su familia viviendo por 5 días en una celda para obtener comida y techo gratis. Stevenson tratando de encontrar un céntimo menor, en algún país donde el Banco central local tenga mayor imaginación cuantitativa numismática.
Ricardo Güiraldes, su pasado silenciado de drogas, peyote, espiritismo en la india, y un niño adoptado a quien donó sus derechos de autor, luego recuperados por su criolla familia tradicional. El hijo de Torcuato Di Tella buscando sus raíces hindúes.
O el jinete AZUL, La Bauhauss, el rectángulo prefecto, las bomba de sodio y potasio, De Chirico, lo sublime según Kant, de Lloyds Wright o el Loyd del hombre mosca, de la instauratio magna… de tantas cosas…
Pero no creí nunca, que pudieran preguntarme quièn era el técnico del equipo San Martín.

Crisis


Fue a las 6 de la tarde. Tomé un toc toc de bacardi mientras escuchaba iggy pop con su Death car, bailaba suave hacia los costados, vestida con una remera corta y super escotada celeste, con algunos brillos y un jean, con los tacos puestos todavía. La remera se me subía con los movimientos, dejando la panza al descubierto, quedaba improlijo y lo podía ver en el espejo mientras bailaba, pero no me interesaba. Si hubiera habido una barra en mi casa, o parlantes, me hubiera subido a moverme encima. Despuès del calor en la garganat inicial, sentí los oìdos libres, como si se descongestionaran, y entré a un oleaje interno que me llevaba de un costado para el otro, de una amnesia cierta, a una borrchera exagerada, y fingida. Pero estaba sola, ¿qué importaba si era cierta o mentirosa?
Me tiré al piso, me quedè acostada, mirado la araña y sus caireles iluminados por el sol de la tarde. Me sentí increiblemte bien, a pesar de todo.

El peso en tu espalda, Chica Atlas


Hay una cosmovisión: las cadenas que bajan por el cuello y no se ven. Le vent souffle quelque chose (el viento sopla algo)y tu comienzas a reír, como rie la gente cuando sueña.
El mundo tiene curvas, como tu espalda que se curva por el peso del mundo.
Publicidad intervenida por una pluma.

martes, 23 de marzo de 2010

Grafía de fotos


Lucía Palenzuela.

lunes, 22 de marzo de 2010

Tierra tragame


Conversaba con la señora más grande del grupo al que estamos entrevistando para nuestro proyecto, tenía cerca de 80 años.
Desde que comenzamos hablar no había podido abstraerme de sus dientes. El esmalte era blanco radiante, destellaba en medio de su piel demasiado tostada por el sol. Tan blancos que ya parecían fosforescentes, que se iluminan en la oscuridad de la galería, que encandecían. Tenían luces de neón propias, eran anuncios encendidos, luciérnagas pegadas al paladar, heladera abierta a media noche, computadora prendida en la oscuridad del cuarto.
Mientras trataba de retomar el hilo de la conversación, me envalentoné y decidí probar mi hipótesis: Una sana alimentación,como lo es la del campo, la del valle del tafí, favorece el esmalte dental. No cafés de la ciudad, no té negro, no coca cola. Además Claruza era de una comunidad indígena, yexiste ese mito de que utilizan cenizas en lugar de dentífrico. Estaba a punto de ser testigo de los beneficios del ave feniz en la boca, momentos antes de resurgir. Quería llevar el testimonio a la ciudad.
Me animé e hice el comentario.
-Doña Claruza, tiene una sonrisa hermosísima- Ella la muestra resignada.
-Me encanta el color de sus dientes, son impecablemte blancos ¿Cómo hace para cuidarlos?
-No, mija, dice ella levantando el tono de voz molesta, no son míos,es dentadura postiza!
Lo primero que hago es mirar alrededor, para ver si no tengo testigos, si mis compañeros no me han escuchado, y cuando me cercioro de que no he levantado al perdiz, hago un huequito en el suelo para que la tierra me trague.
Imagen: I CAN TEACH YOU HOW TO DO IT

La vuelta al punto de partida


Doña Claruza, es una mujer hermosa, la piel pintada de marrones por el sol del valle y el trabajo al aire libre, los dientes blancos, la pollera larga hasta el piso. Es una pastora, pero no de los cuentos alpinos, con cencerros y zuecos, es de una comunidad indígena. Es de Tafì del Valle, y tiene cerca de 80 años. Estamos en la galería de una casa que no es la suya, por lo que está de visitas, y no tiene que ocuparse de tareas.
El cerro color verde intenso y peludo nos rodea, y es inevitable no volver la vista, a esa esmeralda encendida. El cielo es muy puro.
Me acerco a charlar con ella a la hora del almuerzo , y con otra señora que está con su nieta, y mientras hablamos de sus hijos, me dice que tiene varios.
La otra mujer le pregunta si no le dieron alguno para criar.
-Ninguno me han dao, ni uno.Yo le he rogado a mi hija, que me deje uno suyo y no me ha querido dar- pronuncia las y griegas como i latinas, lo que le da a su forma de hablar un tono de hamaca que se balancea. Todo su habla es una nana de cuna.
- Y el único que se quedó conmigo porque un hijo mio no lo podía tener, cuando cumplió los 18 me dijo: "abuela yo me voy con mi mama" -y yo que le podía decir, si ya estaba mozo- vaya mijo, busquelá.
De ahí he aprendido que a los hijos criados siempre son de sus madres.

domingo, 21 de marzo de 2010

Estilo Flavia Da Rin

toco tu boca

jueves, 11 de marzo de 2010

En la memoria


Fotografía, Sofía Pastorino.

De cómo terminan los filántropos


Estabamos todos sentados, era una mesa de 12 o 13 personas, en tafí, bajo el sol. El bar sólo tenía unas cuantas mesas ocupadas. Es que Tafí del Valle no estaba en temporada. La villa se veía hermosa y tranquila.
Habíamos terminado la narrativa en la comunidad indigena de la zona, y tomabamos un café antes de volver a casa.
Hablabamos de películas. y Patricia trataba de defender su adhesión a una telenovela española de las dos de la tarde, desde el análisis de las texturas y la polifonía. Carlos se reía, diciendo que nunca había escuchado una justificación tan sofisticada para algo tan banal como un culebrón de la siesta.Federico explicaba pormenores de sus colchones y de cómo fue a parar a un sommier.
Pancho hacía chistes en el medio, como siempre, cada tres palabras que escuchaba, y mostraba una sonrisa de abanico no muy amplio pero de cubartura impecable y blanca.
Era de esos momentos en los que uno se desdobla y mientras lo vive piensa que es perfecto, y que durará eternamente, o por lo menos quedará en sí mismo.
Nadie tenía ganas de volverse.
Hacía 7 meses que trabajabamos en el relevamiento y habíamos recibido un reconocimiento de una entidad que nos debía evaluar. Pero por sobre todo, nos habíamos hecho amigos.
Bajamos el camino, escuchando una cumbia triste y desabrida que el chofer nos ofrecía, y durmiendo mientras se podía.
Pero había algo que impacientaba el handy de la coordinadora y su celular no paraban de sonar. Se la veía preocupada.
Llegamos a la estacíon gemela de donde habíamos partido. La coordinadora nos contó que trataba de conseguir una camioneta para que Roselino, un territorial de la comunidad de chasquivil, pudiera volver a su ciudad. EStaba apunado y su estado empeoraba.
Yo voy a buscarlo en mi camioneta, dijo Carlos. Tratamos de disuadirlo.
Es que a los apunados hay que bajarlos, es la única manera de que se curen. Si esperamos hasta mañana quizás Roselino baje muerto.
Voy con vos, dijo Pancho con una firmeza de héroe.
NO había forma de que cambiasen de idea, estaban poseídos por la filantropía.
A la mañana siguente recibí un llamado, triste, desgarrador. Un accidente, desbarrancados a las 7 de la mañana, muertes, confusión. Había alzado a gente que hacía dedo, que llevaba horas en el camino, que tenía criaturas, a las que por milagro no les había sucedido nada.
Quería que fuese mentira. Es como si la noticia de muerte en ese momento compitiera con el recuerdo vívido de los amigos. Pensaba en Pancho en su sonrisa, en Roselino a quien había visto hace poco. Era más fuerte sus presencias, que el anuncio de sus partidas.No podía un acto heroico terminar así, o quizás si, así se convertiría en una leyenda.
Después vino lo miserable del mundo frente a los actos humanitarios. Las amenazas de juicio para el conductor sobreviviente, los reproches, las mezquindades, los cuervos rodeando a las víctimas, las polizas, las aseguradoras,la búsqueda de culpabilidad allí donde no la había y toda la porquería que estropea a los filantropos, que los hacen arrepentirse de no imaginarse que el hombre es lobo del hombre cuando le conviene.
Pintura James Ensor