martes, 31 de agosto de 2010

tan así de repente?

domingo, 29 de agosto de 2010

La vida de una inútil


Existen distintos tipos de inútiles. Los hay cancheros, que se matan de risa cuando las cosas no les salen, y con eso justifican su defecto. Los hay en cambio, que se averguenzan por su falta de habilidad ya sea motora, o de coordinación de movimientos y trasnpiran ante los pequeños desafíos de la vida diaria.
Yo soy de esos inútiles.
El lunes,fui a la librería  a comprar  un papel rojo a lunares blancos, lo encontré  expuesto en una especie de tendedero, y lo tenía que pedir en el mostrador de las lapiceras y pinturas. Pero cuando me estaba por tocar el número me empezó a dar verguenza decir forro (como le llamabamos cuando ibamos a la escuela), entonces opté por levantarlo yo misma. El autoservice me salió mal porque de repente no podría volver a poner a los otros la barra correspondiente, sin dejar el mio en el piso. No era una buena opción tirarlo así como así. Me puse muy nerviosa. No encontraba la vuelta, hasta que casi instintivamente tomé el papel con la boca, escondiendo los labios, y usé las manos para acodomodar el resto. Si alguien me vio se debe haber divertido esa mañana.
En el supermercado también suelo  tener problemas. Son básicamente dos. Uno es que con los carritos que tienen la dirección dura (tengo la maldita suerte de que siempre me tocan), entonces voy chocando las góndolas, otros carritos o lo que es peor, los tobillos de  las personas, que se indignan.Y el segundo inconveniente se me presenta a la hora de poner en bolsas de plástico las compras. Hay una regla, basta que intente abrirlas con velocidad, para que se peguen las dos caras. Una vez un cajero me enseñó que tenía que frotarlas. Y así lo hago, pero parece más brujería que técnica, y aún así no me funciona. Y veo a las señoras que me siguen en la fila,  indignarse con mi ritual, y peor me pongo.
Me sube el color a la cara, no logro abrirlas y empiezo a paralizarme.
Los paraguas son otro tema. No calculo las alturas y despeino a transeúnte que se me acerca. A veces he llegado a sacar ojos.
Espero que existan los distintos tipos de inteligencia, porque de lo contrario, estoy en el horno.

jueves, 26 de agosto de 2010

De repente todas se llamaban Florencia

Objeción de consciencia



La señora de la casa se va temprano antes de que llegue la mucama. La cocina está desordenada, los platos ni siquiera caben en la pileta de lavar. Los restos de comida están estancados en la loza como si fueran parte de un basurero a cielo abierto. Unas hormigas se apoderan de una cuchara con gotas de dulce de leche pegada a la mesada.
La señora escribe en un papel: Hoy cociná escabeche de conejo.
Sobre la mesa, entre medio de moscas y tazas del desayuno sin levantar, del diario que en su tapa de policiales muestra una matanza, hay un cadáver ya pelado posado sobre una bandea, semicubierto por una bolsa negra.
La mucama entra a la cocina una vez que su patrona ha partido y estudia la escena. No sabe por donde empezar. Ese cuerpo tieso, semicongelado le genera curiosidad pero al mismo tiempo le repugna.Se acerca a verlo, no sabé con qué animal se puede encontrar.
Hace frío, y todavía es de noche. Se saca los guantes, y se acerca, despacio. Levanta el plástico y ahí yace un conejo con los globos oculares tiesos, los dientes sin cerrar, la cara de muerto de los muertos. Esa mueca que no es gesto, que es la nada misma. Siente las tripas revueltas.
Suelta la bolsa para no verlo, para borrar de su mente esa imagen. La cocina de repente es una morgue.
Encuentra la nota, y otras que le siguen donde se explican la receta.
Cortar el conejo en presas, por las articulaciones para que sea más fácil. Las patas, a la altura de las pesuñas arracanlas y tirarlas a la basura.  Sacarle la cabeza y hervirla para el perro, antes quitarle los ojos con una cuchara de té, si están pegados ayudarse con una tijera de las uñas que está en el botiquín del baño de arriba.
No puede terminar de leer. Empieza a llorar, siente asco. Todo le da esa sensación de vértigo en el estómago.No puede volver a mirar la bandeja con el animal tendido.
Se hacen las 12 y la patrona llega.
-por qué no huelo la comida? Vengo de trabajar muerta de hambre. Grita desde que entra.
La mucama está sentada en la cabecera de la mesa. Los platos aún sucios, con los restos de la noche anterior y las moscas dándoles vuelta. Mira el diario como si estuviera leyendo, pero está viendo las letras sin entenderlas.
A la señora le agarra el ataque.
A vos te parece? mirá la hora que es! no hiciste nada. Sos una vaga verde, verde de vaga. Y yo te pago un sueldo. En este país nadie quiere trabajar, te das cuenta? Eso es por tantos planes.
La mucama llora sin levantar la cabeza. Sra... balbucea entre lágrimas que no se seca.
-No me digas nada, con uds es siempre igual. No te quiero ver más. Vení y arreglá con el sr lo que te queda del sueldo. A mí no me hables.
La empleada se va en un mar de lágrimas, recoge sus guantes, devuelve las llaves. Se va a su casa, temprano. Pensando en que su coneja está viva, y tiene nombre, el de su patrona.Se llama Anita.

domingo, 22 de agosto de 2010

próximamente...blog de cine

Playa nudista

Chicas tienen que ir a chiguagua, no puede perderse de estar en bolas en la arena, dice Karina, muy seriamente. Tiene 35 años pero habla como una niña, es de buenos aires, y está en Punta del Este sola porque se perdió de la amiga con la que viajó, en circunstancias poco claras. Sigue su defensa:
-sabén qué es lo más impresionante de una playa nudista?
-no, ni idea.
-que la gente habla de cualquier cosa. Por ejemplo: de si pagó los impuestos, o si sacó turno del médico. Nadie dice nada de sexo, nada.

sábado, 21 de agosto de 2010

Pegá la vuelta

viernes, 20 de agosto de 2010

Manía de viajar y sus manías

Me encanta viajar, en lo que va del año, no he parado, salvo por junio que fue un mes de sedentarismo.
Tengo mis manías, por ejemplo debo tener todo reservado en cuanto transporte y alojamiento, lo demás es variable. De ahí una vez en el viaje, visito alianzas francesas, bibliotecas públicas,saco fotos de bicicletas, y de comida servida o en elaboración, compro libros usados y algún disco, y una muñequita de trapo, y pruebo un plato nuevo.
Sólo después de todo ese ritual vuelvo a casa contenta, de volver a tener una familia, una historia y una almohada acostumbrada al peso de mi propia cabeza.


Heladera de soltera

Es de masoquistas llamar a un delivery y durante la hora y media que puede tardarse un viernes, leer un blog de crítica gastronómica. Me levanto a la heladera y sólo hay dos fetas de jamón crudo duras, y unas aceitunas negras, vainillín  y jarabe para la tos. Nadie te enseña una receta tan ecléctica.


lunes, 2 de agosto de 2010

....Hasta las ganas de leer


Estaba en Buenos Aires en el Instituto Goethe en una siesta que parecía interminable. El día se había detenido, mientras yo revolvía libros, revistas y  discos en un alemán indescifrable pero lleno de imágenes de vanguardia. Jugaba a descubrir el significado de algunas palabras y retenerlo. Es muy difícil ser autodidacta en una lengua, que como decía Borges, está llena de huesos y con poca carne.
En medio de mi concentración, fui sacudida por el llamado de una recepcionista, muy aria que quería saber con urgencia qué necesitaba. Urgencia a las 3.30 pm, en un Buenos Aires abandonado por comensales que retardaban la hora de volver a trabajar.
Mi primera impresión fue mala, pero logré revertir su mal humor, contándole las peripecias de las veces que había intentado inscribirme para recibir la revista gratuita Humbolt y cómo nunca lo había logrado.
Esta vez iba decidida a hacerme amiga del Goethe, aunque el pago de la cuota no se justificara sólo para recibir dos veces al año la hermosa Humbolt.
La chica se rió, por mi desesperación de fans adolescente y me dijo:
-hagamos una cosa, te pido que intentes por ùltima vez en tu vida, inscribirte en internet, y si una vez más no le llega, recién nos mandes un mail, a esta direcceción especial (te la escribo en este papel) y nos explicás toda tu historia.
Así hice, salí contentísima, pensando que la 17aba  vez era la vencida, que nunca más sufriría el síndrome del coronel y sus problemas con el correo.
Guardé bien el papel en el bolsillo más pequeño y seguro de mi billetera, como quien guarda la llave de su libertad.
Al otro día mientras comía en un mc donald´s roñoso, me robaron la cartera, con todo menos la plata, con todo, incluso con el papel con la dirección super secreta.
Espero que los ladrones la disfruten, espero que tengan su Humbolt y que después me cuenten qué se sienten, porque se llevaron hasta mis ganas de leerla.