jueves, 7 de agosto de 2008

Un viaje peligroso!



Aeropuerto de Sao Pablo, camino a Rio de Janeiro.
Quizás el viaje de cansador se tornó insoportable al momento que nos pidieron abrir el bolso y nos confiscaron el dulce de leche para la familia cunha.
Fue como si toda la argentina fuese agraviada, un dulce de leche, al tacho, una imagen fuerte, digna de la intervención del INADI.
Desde ahí, tambaleamos más que movernos. Después de esperar por horas en preembarque asustadas porque los habanas costaban tres reais y medio cada uno (como cinco pesos argentinos), subimos al avión y como era un vuelo a París con escala Rio de Janeiro, tuvimos que esperar una hora más sentadas dentro del avión, muertas de sueño y con un poco de hambre. Preocupadas también por la hora a la que llegaríamos y los problemas aparejados.
Por fin el vuelo empezó, abróchense los cinturones, empezamos operaciones de despegue.
Luego de que el tráfico de aviones nos permitiera el turno del despegue, volamos menos de treinta minutos y ya estuvimos aterrizando en suelo carioca.
Pero cuando uno piensa en carioca, se imagina una recibida en Honolulu o kaoui, y no por error geográfico, sino por que nuestra sociabilización hollywoodense nos enseñó el paraíso con el nombre de Hawái. Tanto es así que en todo nuevo paraíso uno espera, un grupo de muchachas y muchachos, (garotos y garotas en este lugar), esperando con coronas de flores y palmas para abanicar, vestidos con polleras de pajas , pieles bronceadas.
Sin embargo, lejos de ser un edén el destino, fue un aeropuerto semivacío, oscuro en la noche, con sus bancos para Exchange cerrados, con sus duty frees, gostosos para vender mas no gostosos para trocar seus reais en dólares.
Decidimos seguir por el laberinto, después de respirar por habernos encontrado con la valijas, en buen estado, y allí justo en el momento que la locura, y el arrepentimiento y el horror, nos estaba llegando, en la aduana, Ariadna, vestido de administrativo y con barba, nos miraba con lástima de padre y nos ofrecía hacerse cargo de nuestros paradero.
Nos preguntó si nos esperaban, dijimos que no, con la misma , exacta cara del gato con botas en la película de shrek, al momento que se quita el sombrero y los estruja entre las manos, y ahí lo conmovimos.
Mientras la señora de la lado, como música de fondo, y como si el miedo fuera poco repetía, ¿dos filhas sosinhas no taxi? ¿Dos finhas sosinhas no taxi? A esta houra da noite. No sólo eramos dos filhas solas en el taxi a esas horas, peor aún, no teníamos más que dólares y de a cien para pagar, y lo peor, que era lo que menos se aconsejaba.
Es decir que a esas horas, una de la mañana aproximadamente, reuniámos todos los extremos de la vulnerabilidad, nos faltaba estar pobres, y ya cartón lleno.
Eramos mujeres, jóvenes, solas, sin nadie que nos buscara, altas horas de la noche, ciudad insegura, aeropuerto lejísimos, y sin reais para pagar.
Esta historia continuará….

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