sábado, 15 de noviembre de 2008

Caminante no hay vereda


Decidí mandarme sola al cine, como últimamente es mi costumbre. Era el festival de cine, y cuando estamos en festival, hay que empacharse en el banquete, para guardar reservas estéticas y éticas para todo el año.
Tomé el colectivo ajustadísima de tiempo. Pregunté si iba al shopping, y cuando me dijeron que no, pero que pasaba cerca, me dije a mi misma que más me valía caminar que seguir esperando. Alea jacta es.
Estaba lento como siempre cuando uno está apurado, no aguanté la música que estaba escuchando, por los nervios de no llegar a la película. Me saqué el ipod, y mientras miraba por la ventanilla, en mi mente repasaba el recorrido como apurando al chofer por telepatía. Una nena sentada en diagonal, me miraba con curiosidad, por mi cara de fastidio. Pensaba en berenjenas, en lo buenas que se ponen cuando están emilanesadas, pero de nuevo me caía la ficha de que quizás me perdería la película y tendría que esperar la próxima que me tocara en suerte.
De repente la suerte de principiantes nos deparó una onda verde sin precedentes, 1, 2, 3, 4, diría que fueron 5 semáforos, pero tengo miedo de exagerar.
Así que nunca creí que la cosa cambiaría tanto, y que al llegar al Cristo nos encontraríamos con el infierno hecho embotellamiento. Y es inevitable pensar en la autopista a Paris, cada vez a que uno acampa en las calles con los demás automovilistas en plena comunidad (ad-hoc).
Yerba buena tan linda, tan verde, y de repente en pleno ataque de histeria a la seis de la tarde. Apenas se pudo avanzar me largué y me tocó atravesar lo que quedaba de embotellamiento. Cruzar era imposible. Me quedé en la platabanda y cuando vi un flaco cerca, me largué a la misma altura, para ver si dos vidas eran más valiosas que una para los autos apurados.
Apenas empecé a caminar las dos o tres cuadras que llevan al Portal, me di con que no había veredas!!! La única terminaba en un acantilado a los 10mts de la avenida. Y como muchos autos iban hacia el shopping, tuve que entregar mi espalda a la calle, confiar en los automovilistas y caminar como si nada. Tenía miedo, era arriesgado e inconsciente, pero no era mi culpa. A quién se le ocurre que se puede vivir sin veredas? Ahí me di cuenta de que el shopping no estaba hecho para gente, sino para autos. Un shopping de automóviles.
Tenía miedo, pero si moría aplastada no era mi culpa.
Me tocaron algunos bocinazos, no era mi culpa. Como la calle limita con un canal, existe un margen con baranda, pero salían unos chiquitos de la escuela, y no iba a quitarles la posibilidad de salvarse ellos. Seguí caminando por la calle.
No había veredas, nadie había pensado en los seres humanos, nadie había pensado en el caminante, en el pedestre, en el peatón. No existía la posibilidad de defensa frente a los vehículos que me amenazaban la retaguardia. Ahí me di cuenta de la fragilidad del humano frente al maquinismo. NO había veredas como diría mi amigo, Enrique Peñaloza, ex alcalde de Bogotá, "una grave indiferencia por la dignidad humana".

Sobreviví a mi intento de ver una película, pero no la disfruté, me quedé pensando todo el tiempo, "caminante no hay veredas, se hace vereda al andar" .Lástima que no siempre se llega a ver la película.

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