viernes, 19 de diciembre de 2008

Oda a la cara dormida. Dichosos los que pueden


Oda a la cara dormida. Oda por el envidia que le tengo por no ser yo la que me despida así del cuerpo, aunque más no sea por las noches.
Hay gente que duerme like a log. Mi novio sin ir más lejos, mi hermano para poner otro ejemplo. Eso se llama tener la conciencia limpia.
Dejan su cuerpo en depósito en la cama y se van a deambular por quién sabe qué mundos. Luego de tanto vagabundeo vuelven cansados y no se quieren despertar. La gente les llama dormilones.
En cambio yo, soy de las que converso mientras duermo.
Basta que escuche que mi madre quiere pintar una pared uva, para que salte y sugiera caqui, o que que quiere regalar mis calcetines preferidos, para que grite que se deshaga de sus pinturas para seda.
Si una hormiga quiere subir a mi cama, me levanto y le cobro tasa de embarque. Si una prenda se resbala de la percha ,le diseño una nueva manera de agarrarse y le hago una estadística de sus desvanecimientos anuales.
Lo peor que puede sucederme es que el placard frente a mi cama quede abierto. Basta eso para que pierda toda concentración somnífera. Es que las prendas emanan colores y energías. El ropero se convierte en un mercado al mediodía, lleno de gente, conversaciones objetos, que me llama, me distraen, me invitan a la plática. Y ¿para qué voy a seguir durmiendo si hay un mundo tan interesante allí dentro y allí fuera?
Me quedo con mi mal de insomnio, por lo menos me pierdo menos vida entre sueño y sueño. Puede por eso, que cuando muera tenga mejores recuerdos.
Fotografía: Helnwein

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