viernes, 19 de diciembre de 2008

Trabajar en un diario


Trabajar en el diarioes un mundo nuevo. Uno se imagina oficinas, jerarquías, escaleras y escaleras de escalafones. Pero es más sencillo. Imaginemos un gran salón de ventas, o de fiestas o de un supermercado y le quitemos todo. Queda un rectángulo vacío. Ahí instalemos mesas con máquinas manzanezcas, a eso agreguemos papeles y carpetas. Unos teléfonos, una mesa de fax andando permanentemente y pizarras.
Los monstruos que uno sólo osa a ver en fotografías de los artículos de opinión son seres humanos, sentados al frente, al lado, o al otro. Comen, beben, conversan, hacen chistes. Son humanos y seres, seres y humanos. Y uno tiene ganas hasta de pedirles un autógrafo, pero claro, sería como deschabarse a uno mismo.
Es cómodo. Cada uno tiene computadora,su teléfono, aire personal, vista al gran salón y escucha a los demás habitantes.
Hay una banda callejera de niños que de vez en cuando pasan por debajo de nuestro edificio interpretando Bombón asesino o la vecinita tiene antojo. Y nunca falta el periodista tentado que ensaya unos pasitos. Nos reímos. Uno se siente bien a toda hora, como si estuviera en una hermosa casa. Pero se hacen las siete de la tarde, o las ocho, y en un rincón de algún mostruo suena Louis, mi amado Satchmo, o cualquier jazziano intérprete, y ahí siento que no es cualquier casa, es mi casa.

Imagen. Fotógrafo muy preferido por mí. The British Martin Parr

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