domingo, 20 de enero de 2008

Noche de Jazz



Una voz que es mujer, de vez en cuando se balancea mientras es Sinatra, Vinicius o Sarah Vaugh.
La cantante abre su boca y saltan cintas rosas y plateadas que la contornean y terminan por enredarla. Un re sostenido, seguido de un la más enérgico quizás. La música se convierte en un sólo tirabuzón de cintas.
Es que el jazz tiene mucho de gato que pasea por el tejado, que se detiene melancólico y vuelve a empezar su marcha triste pero a su vez seductora.
De su boca salen pájaros de colores, que se asientan en las cabezas del público, aladas, de plumajes pardos o cromáticos.
Luego vendrá una bocanda mayor, en un esfuerzo mayor por modelar la frase, y saldrá un jabalí rojo y un ciervo por detrás y de pronto el café es un Arca de Noé, donde caminan los animales que los músicos van dejando escapar. Hay peces también que salen cuando la cantante frunce los labios de corazón.
Y es un gran acuario, o un gran zoológico y ella se convierte en Diana, diosa pagana de la caza. Porque antes de terminar, ayudada del bajo que la mira de reojo, y la acompaña, deberá llevarse la fauna dejada al aire y devolver al café la seriedad de un día martes.
Gracias por venir y aquí tiene la cuenta.
Si no fuera por los testigos pensaría que no pasó nada, una vez que la cantante que ahora es más pequeña saluda y se marcha por la puerta del costado.

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