lunes, 11 de mayo de 2009

El problema de la abuela


Nuestro jardín era tan largo que terminaba en la calle que pasaba por detrás de nuestra casa. Roberto siempre insistía en que mi madre, una señora entrada en carnes, y que caminaba con un ´bastón, recorriera todo el fondo para subirse al automóvil estacionado en el garage. Y yo siempre le decía : -Pero Roberto ¿no ves que no puede?.
Así que nos buscaba por la puerta del frente luego de dar toda la vuelta a la manzana.
Después de arreglar a la abuela, perfumarla, preparale su bastón, su pastilla y monedero, salíamos las dos a esperar el peugeot celeste.
Mirabamos calladas la vereda, los automóviles, los niños jugandos, los perros, los soderos y los repartidores, los panaderos y lecheros, las señoras barriendo, algún gato colgado del techo, un clavel del aire, dos, tres, allá hay otro, los vecinos sentados en reposera pensando en la mortalidad de los crustáceos.
Hasta que yo decía, - "Venga Mamá, entremos que este Roberto nos ha olvidado".
Fotografía de Martin Parr

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