jueves, 29 de julio de 2010

mi primera clase como alumna de la facultad. 2004

Nombre de compañera de al lado, Ana Bruja, y risas de brujería. Pero desde adelante, desde abajo, desde el palco subpresidencial.
Se rompe el hechizo de la clase, un sonido agudo, es el celular del profesor.
Y de marco, la chicharra de una bordeadora que besa el borde del techo del salón subterráneo, si tuviera tierra alrededor, pero sòlo cuenta con aire atmosfèrico, entonces es sub-nihilo, porque no tiene nada que lo envuelva, salvo el aire, que si es tomado como ser, entonces si ES algo que lo envuelve, que abraza. Y nuevamente se rompe el fino hilado de las concentraciones que salen de las cabezas de los alumnos, y que se dirigen a la cara abogotada y redonda del profesor, que se dirigen a sus labios, a los movimientos peristálticos de los gestos.
Y por tercera rez el ahora, perturbador sonido del celular, salva al aire del salòn, del ataque de palabras que salen disparadas de la boca del profesor mitad hombre, mitad espectro de mis sueños. Y se va desdibujando, se esfuma, y vuelve a definirse allí sentado.
Parece un escarabajo de patas negras delgadas y un caparazón celeste con corbata aristocràtica que se vuelca sobre su vientre cansado, hinchado, curviforme.
Se nombra una carnicería en Haití, noticias de mundo internacional.
Yo pienso en churrasco, no carne humana como lo haría un canibal, sino en vacuna substancia, jugosa, rosada. Asado familiar de domingo ¿Qué harán padres y hermanos en esta misma hora, en distinto lugar?
Sólo en una mente puede existir la mega macroestructura, si es que existe un mundo fuera de mi mirada.

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