lunes, 2 de agosto de 2010

....Hasta las ganas de leer


Estaba en Buenos Aires en el Instituto Goethe en una siesta que parecía interminable. El día se había detenido, mientras yo revolvía libros, revistas y  discos en un alemán indescifrable pero lleno de imágenes de vanguardia. Jugaba a descubrir el significado de algunas palabras y retenerlo. Es muy difícil ser autodidacta en una lengua, que como decía Borges, está llena de huesos y con poca carne.
En medio de mi concentración, fui sacudida por el llamado de una recepcionista, muy aria que quería saber con urgencia qué necesitaba. Urgencia a las 3.30 pm, en un Buenos Aires abandonado por comensales que retardaban la hora de volver a trabajar.
Mi primera impresión fue mala, pero logré revertir su mal humor, contándole las peripecias de las veces que había intentado inscribirme para recibir la revista gratuita Humbolt y cómo nunca lo había logrado.
Esta vez iba decidida a hacerme amiga del Goethe, aunque el pago de la cuota no se justificara sólo para recibir dos veces al año la hermosa Humbolt.
La chica se rió, por mi desesperación de fans adolescente y me dijo:
-hagamos una cosa, te pido que intentes por ùltima vez en tu vida, inscribirte en internet, y si una vez más no le llega, recién nos mandes un mail, a esta direcceción especial (te la escribo en este papel) y nos explicás toda tu historia.
Así hice, salí contentísima, pensando que la 17aba  vez era la vencida, que nunca más sufriría el síndrome del coronel y sus problemas con el correo.
Guardé bien el papel en el bolsillo más pequeño y seguro de mi billetera, como quien guarda la llave de su libertad.
Al otro día mientras comía en un mc donald´s roñoso, me robaron la cartera, con todo menos la plata, con todo, incluso con el papel con la dirección super secreta.
Espero que los ladrones la disfruten, espero que tengan su Humbolt y que después me cuenten qué se sienten, porque se llevaron hasta mis ganas de leerla.

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