Mundo Kafkiano

Quien crea que Kafka es un insecto se equivoca. Es el humano más amante de la humanidad. El profeta que alerta cuando ella puede estar en riesgo.
Las leyes, los tribunales, los seguros, lo tienen preso, ve la vaca y llora, y sabe que el monstruo del trabajo de Cortázar, existe en cada banco, oficina, repartición pública, o escritorio municipal.
Sabe reconocer el fantasma que asecha al que mucho trabaja y poco vive, a esa suerte de máquina-hombre que se enciende durante ocho horas diarias.
En su obra la Metamorfosis plantea el problema del hombre urbano, abrumado por sus tareas laborales, cansado de una vida dedicada a trabajo , el hombre que se va enajenando hasta convertirse en un escarabajo, que se alimenta de desperdicios y vive a nivel del suelo.
Quien piense que Kafka es un bicho se equivoca, ni una araña, ni una langosta, aunque se parece al grillo del siglo XIX, de la conciencia, que viene a evitar tanta subasta, tanta venta al patrón.
Franz conmueve por su comprensión del sufrimiento sutil de la rutina.
La historia tiene mucho de autobiográfico porque el mismo Kafka manifiesta en reiteradas obras sentirse como ese hombre, en su tarea de abogado en su Prusia natal. Son lugares comunes en sus obras, este hombre gris, mustio, abarrotado, que tiene una carcaza y no de queratina sino de deberes , está encarcelado y va dejando que le aniquilen el homo ludens, el cronopio de adentro. Su cuerpo es un edificio del que hecha los inquilinos, hasta que el inmueble queda en tinieblas, y el bicho se acostumbra a vivir en las sombras.