sábado, 16 de febrero de 2008

El universo de Puig y los puigenienses




Manuel Puig es un enamorado y un preocupado. Enamorado del mundo femenino, puede describir , armar y desarmar a la perfección ese mundo de afeites, glamour , teléfonos blancos, sedas naturales y tapados de chichillas que viran desde el gris claro al oscuro.
Permanece en un embeleso con esas boquitas pintadas, que lo seducen hasta lograr que entregue su alma de hombre. Es un privilegiado que puede adentrarse a este universo sin el miedo de su género. Está de ida y de vuelta.
Pero también es un preocupado por la extrema sensibilidad de las mujeres que viven de desengaño en desengaño, que confían su suerte al hombre de sus sueños y mueren desencantadas.
Es un profeta que quiere evitar el dolor, el sufrimiento femenino, es un Marx que invita a la revolución, un Sigmund que concientiza. Se desvela inventando panaceas para esa condena de género.
Es el primer feminista que conjura, que exorciza llamando a la unión de las mujeres ¡Mujeres del mundo, uníos!. Entabla un diálogo de generación a generación como un antídoto capaz de contrarrestar tanto daño del macho cabrío.
Es un hombre que odia el sexismo, la pancarta, la escopeta del padre- esa que debe sacar cuando sus hijas crecen- odia el desprecio de mujer a mujer. Y enseña que el mundo sería más justo si lo manejáramos las señoritas dulces y confiadas, entregadas, esas señoritas de pubis angelicales que ven la vida distinto.

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