domingo, 13 de diciembre de 2009

El terror del coro de ángeles


Cuando era chica, a mi madre se le ocurrió que debía ir a un coro. Y yo debe ser que había escuchado la expresión coro de ángeles, , porque cada vez que me repetía la idea, yo pensaba en una sala blanca llena de niños rubios, con túnicas blancas y antorchas en las manos. Una maquinaria musical pero de querubies.
Me daba terror.
En algún momento debe haber aceptado, y allí estaba parada en primera fila en la zona de los mezzosopranos, moviendo la boca.
Nos vestían con un jumper negro con vivos rojos, camisa blanca cancanes rojos de lana y una boina también roja. Me acuerdo del calor, y de la transpiración de la cabeza, que hacía que la boina se resbalara.
En cierto sentido era una exposición odiosa. Pero música como la de ese coro de niños no volví a escuchar.
Cantabamos en portugués, en latín, en alemán y hasta en japonés, una canción hermosísima llamada sakura que hablaba de duraznos en flor, y otra en un lenguaje inventado que era de una mariposa y un mariposón.
Fotografía Flavia Da Rin

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