miércoles, 9 de diciembre de 2009

La necesidad de los paraguas


Los neoyorquinos tienen buen humor.Las argentinas no tanto
Habíamos salidos al teatro caminando, elegantes. Las dos hermanas solas.
El paso obligado por Time Square, vista de reojo a los anuncios. Y llegada a tiempo a la fila para ver la obra en Broadway.
Hermosa la presentación, aplausos, lágrimas de emoción, "te dije que no nos arepentiríamos" y todos esos comentarios que a uno lo halagan por haber tomado la decisión correcta. Salimos flotando en una nube de canciones de bajo el mar, de colores, y trajes de lentejuelas y fluor.
Apenas pusimos un pie fuera del edificio, nos dimos de lleno con una circunstancia no tenida en cuenta. Estaba lloviendo. Salimos enojadas, pensando que nos podría haber pasado cualquier otro día, no justo cuando nos habíamos dispuesto a usar las mejores ropas, los peinados, cuando necesitábamos caminar airosas, hermosas, en un viaje en el que habíamos andado demacradas.
A las cenicientas el tiempo se les había terminado. La vuelta al hotel, saltando charcos y maldiciendo los tacos altos.
Un vendedor de paraguas se nos acercó ofreciendo umbrellas por 30 dollars. Le dije que - no, thanks very, very much.
Me contestó entre risas en un inglés apurado. -Es cierto ¿para qué quiere alguien un paraguas una noche como ésta?

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