martes, 8 de diciembre de 2009

La recibida más grande de la historia




La primera hora del parcial permitía la concentración ideal. Pero a medida que se acercaba el momento, se escuchaban cornetas, cánticos de hinchadas que iban llegando a apoyar a los recibidos.
El anfiteatro estaba custodiado por policías. Y la puerta principal, por donde habían entrado, estaba clausurada. En su lugar, se había habilitado la de emergencia que estaba en las alturas, y la abrían y cerraba cada vez que alguien salía. El oficial obligaba a esperar, para que la evacuación fuera de a uno.
El valiente que se enfrentaba al público de todos los familiares armados con la artillería podrida de las recibidas, era lanzado al vacío, y la multitud que lo esperaba gritaba ávida de sangre, como si recibiese un gladiador por enfrentar a los leones.
El campus de la quinta parecía un campo de marte. Había focos de ataque cada dos metros, y el pastiche era tan grande que no faltaban los casos en que atacantes de un ronda eran alcanzados por huevos o basuras de otra ronda. Abuelas dañadas, tías enchastradas enojadísimas, hasta bebés atiborrados de polenta.
Había polvo de harina por todos lados, que creaba una neblina digna de las películas bélicas en escocia.
Cuando una madre fue alcanzada por un huevo que le hundió un ojo, fue el acabose. La liga de ama de casas que andaba festejando también la recibida de sus hijos los doctores, tomaron las armas y comenzaron a bombardear con la basura que sobraba o con los ingredientes que iban a ser tirados a los que todavía no habían salido de rendir.
Ahí empezó tal confusión que hasta los policías quedaron en el medio de la batalla empapados, hediondos. Los profesores decidieron salir a remplazar a la autoridad, y sucumbieron en la podredumbre generalizada. Hay quienes dicen que uno de ellos, terminó nadando en un charco de barro, vinagre y vino barato.
Cuando salieron de rendir los últimos estudiantes, no había qué tirarles, pero tampoco había quién les tirase nada, todo el público se había convertido en posibles recibidos que no se distinguían de los verdaderos. Ese día la caravana de los inmundos fue la más larga del mundo. Dicen los que cuentan el mito que si uno va por la quinta agronómica todavía puede ver los autos que siguen pasando con los baúles abiertos y las moscas escoltándolos.

1 comentario:

Gonz@lo dijo...

Algun día, tus nietos y sus amigos, cuando estén por recibirse de sus estudios universitarios van a hablar de una caravana de inmundos que algunos dicen que fue en Tucumán. Alguien va a decir que nunca existió tal cosa, y tu nieto va a sonreir irónicamente.

Felicitaciones doctora.
Felicitaciones escritoria. Genial el texto.