
Hoy corté al muchacho en pedacitos
como quien pica un tomate para la cena
lo utilicé de relleno de sfijas
trozando la bronca a cuchillo
rompiendo la piel del fruto
a punta de filo
Sangrando el animal rojo
fue desmoronándose
y convirtiéndose
en adorno de plato
y mar de jugos semillados.
El cadáver de pie, con el corazón enlutado
me miraba asustado, pidiéndome disculpas.
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