jueves, 17 de abril de 2008

Burbujeantes


Si las burbujas del champagne suben, por el cristal de la copa, en línea vertical durante treinta segundos se trata de uno de calidad, después se corrigió: vino espumante, y en su mente burbujas, París dentro de una burbuja, la noche en una burbuja, la cara de su esposa, una burbuja volante que se acerca, y dentro de esa redondez perlada otro hombre, y su mujer como Leonor de Aquitania embebida en burbujas, la última le revienta en la garganta y una tos profunda hiere el silencio de la noche, la intimidad del balcón.
Piensa en acostarse para escapar de esa lluvia mental que le moja hasta los pies, que le reprocha como gotera en la cabeza. Finalmente abandona el sillón, hierro estático bajo su trasero, ya rígido, y con paso lento recorre con los pies y vista: una, dos, tres, cuatro, blancas y en el medio un rombo negro lustroso aristocrático, tanto que parece escatológico en el contexto blanco, cerámico lustrosos, que lo reflejan a él y sus pensamientos.
El cuadro de Pérez Céliz, de la época en que bohemios se conocieron, queda deslucido , pensado para un hogar de rojos, verdes, de vida, de latencias, con niños, una mujer, y de nuevo ese rostro y la Condesa de Poitou.
Un petit corona, o un gauloise al estilo Oliveira y Maga. Y algo de Satchmmo, otra copa y no más recuerdos, una humareda penetrante, y el silencio de la noche y el bullicio de la mente.
Fragmento de Siento que soy un otro. Novela inedita. Copacaravana LTD.

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