jueves, 17 de abril de 2008

De cómo nace el silencio....


En Azul hay un convento de monjes trapenses. A veces tengo ganas de su silencio.
Mi mente viaja hasta allí y se instala. Es el interior de Buenos Aires.
El convento es una gran fortaleza, moderna, imponente, con una biblioteca atrapante, y ejemplares en latín, en griego, en inglés.
Los alrededores son verde intenso, bastante verde, verde que te quiero verde. Grita la naturaleza lo que el convento no puede.
Las galerías exteriores, son de sólo revoque grueso. Uno cree ser el hombre de las cavernas hasta que se abre una puerta y la arquitectura se actualiza y se inscribe en el Siglo XX.
Día tras día en el comedor, desde un balcón en lo alto, bajan las palabras de historiadores, de célebres escritores, y se las invita a cenar.
Los comensales en silencio, las cruces en los aires y de las cabezas de los monjes flota la energía que invade los techos y se forma en cúpulas.
Estuve allí una vez. Siempre vuelvo en sueños.
Recorro los pasillos en busca del silencio. Y detrás de mí, se deshacen los muros que dejo atrás, y se van construyendo nuevos a medida que avanzo.
A veces el silencio tiene más omnipresencia que el ruido. Porque el ruido es identificable, viene de allí, está allí, se acaba.
El silencio es amo y señor ¿Dónde está? En todos lados ¿quién lo crea? Nadie, es sólo silencio.

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