domingo, 13 de junio de 2010

Por qué odio la discriminación I


¿Qué sentirías si un día al despertar te encuentras envuelto en un proceso? No sabes por qué te condenan, no sabes cuando sucedió lo que dicen que sucedió, no sabes de qué se trata, ni, ante que juez defenderte, o ante cual juzgado.
Sólo tienes frente a tus ojos dos compañeros de trabajo de estamentos inferiores, que siempre te miraron con respeto por lo que hacías, y ahora son los guardianes del acusado en el que te has convertido. No hay cartas documentos, ni notificaciones personales, sólo están ellos comiéndose tu desayuno.
En su libro el proceso, Franz Kafka, nos cuenta como K, su personaje, se ve envuelto, no sin antes resistirse, en un juicio sin lógica, sin ley, sin inteligencia. No sabe cómo luchar contra ese enemigo invisible porque no lo entiende, y esa es la clave, no puede ser entendido.
K es despojado de toda palabra, desahuciado de defensa y se entrega a racionalizar lo irracional, cayendo en el juego siniestro.
La ley expresa no existe y por lo tanto no se puede conocer le límite entre lo lícito y lo ilícito. Por ende no puede acusarlo y menos aún, ejecutar la condena.
Con la discriminación sucede algo similar, es un tribulan que condena , y uno no sabé qué es lo que hizo, ni de qué se lo culpa, simplemente entra dentro de la categoría que está en la mira. Es un juicio previo a todo actuar, es un fenómeno de rotulaciones, de etiquetado : éste es negro, éste judío, está es mujer, y éste gay. De ahí en más todo lo que éstas personas puedan decir o hacer será entendido dentro del marco de lo que se dicen que son.
Imagen Thomas Shutte

No hay comentarios: