martes, 18 de marzo de 2008

Hasta agotar el stock


Por años miramos oriente como el lejano oeste, amenzador, misógino, fundamentalista y por sobre todo poco racional.
Temímos a ese kamikaze espíritu capaz de entregarse a la causa de una religión, que creía en la mentempsicosis de un Platón que siempre consideramos nuestro.
La palabra indicada fue quizas, pena. Pena, por su falta de racionalidad kantiana, del Kant estrictamente iluminista. Despreciamos su meditación, su silencio tibetiano, sus caravanas humanas a la Meca, sus hormigueros de cabezas arrodilladas rezando siete vidas en un día.
Sin embargo, superado el etnocentrismo, La New Age, nos deparó una apertura, y una revalorización de la cultura que crecía a nuestra derecha del mapa.
El stress occidental del hombre hiper racional, ya no era manejable. El hombre del siglo XVI (confiado en la razón) había muerto y en su lugar, su alter ego del siglo XXI padecía preso de un manojo de nervios, por el libre mercado, por la bolsa, por todo mecanismo especulativo, accidentes de tránsito, infartos, ritmo vertiginoso de vida.
Entonces el Tai Chi Chuan, Yoga, Filosofia Zen, Reikis, cultivos de Bonsais, "pasen por favor" fueron desfilando, serenos como son ellos, con los monjes budistas, "peladistas" y "maoístas" para traer su filosofia oriental, su silencio.
La ola se expandió para el hombre y su Eva capitalista. Todos asistimos al revoleo de zapatillas, a las medias virgenes pisando un suelo nuevo, las sentadas cruzadas de piernas, a la vuelta a la vida del Parque Japonés, a la comida apenas salteada en wok, al pescado crudo, a la salsa de soja, a las imagenes de buda, a los ammm ammm ammm.
Lamentablemete ningùn comité original de oriente fue invitado, y en cambio argentinos, o descendientes, o mezcla de argentinos con descendientes, fueron los encargados de la re-producción de sus costumbres devenidas en cursos cortos y en clases por horas.
Fue así como ingresaron al mercado, lleve 2 y pague 1. No te la podés perder, y la filosofía de vida se convirtió en objeto de consumo.
Un paradoja triste, como todas las paradojas. Una concepción espiritual devenida en producto para consumir, presentado en la vidriera con un cartel que reza : Hasta agotar el stock.

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